Javier Alemán

En el bosque, bajo los cerezos en flor

In Literatura on marzo 23, 2014 at 2:16 pm

cerezos

Fin de semana de provechosa lectura.

No viene a cuento, pero arrancado de mi casa por un viaje de trabajo, sometido al tránsito y a las horas muertas en una habitación (preferida a una cansina fiesta de disfraces) tuve la oportunidad de leer como un cosaco. Me zampé Espejismo, de Hugh Howey (del que ya hablaré), este En el bosque, bajo los cerezos en flor de Ango Sakaguchi y tuve tiempo de empezar Los premios, de Cortázar. Quiero hablar para empezar del libro del autor japonés, porque ha sido una sorpresa muy agradable.

Llegué a él a través de mi señora, que lo pidió como regalo de Reyes y me había insistido en su lectura. Ella me conoce mejor que nadie y sospechaba que me iba a gustar, y anda si lo ha hecho.

Ango Sakaguchi empaqueta en él tres relatos, el que le da nombre a la publicación (y el mejor del libro, en mi opinión) y dos más (La princesa Yonaga y Mimio y El Gran Consejero Murakami). El nexo común de las tres historias es cierta sensación de irrealidad, de terror soterrado y magia y, sobre todo, una mujer bellísima que siempre esconde algo terrible.

La edición (Satori Ficción, 2013) incluye un fantástico epílogo de Jesús Palacios que nos ayuda a entender mejor al autor y el Zeitgeist que permea el libro. Nos habla de un Ango Sakaguchi muy influenciado por los autores decadentes del siglo XIX, muy «francés» y con un claro compromiso político, tan grande que en su propio país se le conocía más por un activismo iconoclasta que pedía abandonar las ideas románticas del bushido que (a su juicio) tanto daño y docilidad habían generado en Japón.

Durante toda la lectura somos capaces de ver (ayudados por el epílogo) un afán por desmontar los mitos y los engranajes culturales de su país. Aquí los bosques de cerezos en flor son algo aterrador, una puerta a un mundo desconocido que sólo con su promesa nos hiela la sangre. Las princesas y la belleza, el candor y la inocencia…todo son figuras de las que hay que huir cuando uno esté aún a tiempo. Convertir lo bello en aterrador ya no es algo tan raro, pero en el Japón de la posguerra debía ser algo escandaloso, toda una provocación.

Y sin embargo, la crítica, explícita y sutil a la vez, no es tan importante como el propio valor narrativo de los cuentos de Sakaguchi. Entendiendo que es una traducción y que habrá matices que se puedan perder, el texto es una experiencia muy estética y agradable. La prosa es sencilla, rehúye del morbo y el mostrar por mostrar y contiene pasajes increíblemente bellos. El autor es capaz de sumergir al lector perfectamente en la narración, de situarlo en un mundo cargado de poesía terrible, de montañas hermosas y a la vez siniestras, de cierto realismo mágico tenebroso del que es imposible escapar.

Por eso estoy seguro de que gustará a los fans del terror, pero también del género fantástico o a los que simplemente les guste leer algo muy bien escrito. Es un acercamiento interesante a la idiosincrasia japonesa, un ataque a varios de sus tópicos y una lectura limpia y fascinante, todo en uno. En momentos es capaz de helar la sangre sólo sugiriendo, de hacernos entender el profundo desasosiego que produce el viento y el espacio infinito por debajo de los cerezos en flor.

  1. […] los tres relatos que lo componen. Gracias mil a mi señora, a la que se lo robé (junto con En el bosque, bajo los cerezos en flor; del que ya […]

  2. […] que dibujan… Como les digo, no sabría explicarlo, pero sí que tengo muy claro que la poca literatura japonesa de terror que he leído me ha dado muchísimo más miedo que cualquier autor anglosajón de los habituales. Por eso me […]

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